El Torrejón

Es indudable que el nombre de torrejón es derivado de la palabra torre, y se conoce con ese nombre porque allí existió una torre pequeña en altura pero gruesa de paredes como lo demuestran los cimientos que aún existen.

Es probable que se construyera dicha torre como atalaya y a la vez como defensa en los albores del nacimiento de Barcam (que así se llamaba antiguamente) que pudo tener lugar sobre el siglo X de nuestra era al avanzar los cristianos de norte hasta el valle del Duero, empujando a los musulmanes hacia el sur, y como la línea del Duero fue frontera entre ambos reinos, al no construirse castillo, era necesaria una torre de vigilancia, puesto que la actual no existía ya que es muy posterior.

Además el pueblo se asentó aquí y no en otro lugar, gracias al torrejón, pues era costumbre fundar los pueblos junto a algún pequeño cerro, que a la vez que servía de vigilancia, las casas estaban al resguardo del cierzo el aire más frío de la comarca.

Más tarde, y aprovechando el hueco interior de la torre, se construyó una nevera, en la edad media, pero no era para recoger agua a manera de aljibe, sino para conservar el máximo tiempo posible la nieve, tan usada por los médicos en aquellas épocas para curaciones. Se llenaba en invierno, una capa de nieve muy prensada, que se conseguía pisándola, otra de paja también muy prensada, otra de nieve y así hasta llenarla. Era normal que durara todo el año, y al siguiente se hacía la misma operación. Este sistema se ha realizado hasta tiempos recientes, quizá alguno de los mayores del pueblo sepan algo sobre esto.

Ha circulado mucho la idea, y aún se escucha, que se encuentra enterrado un toro de oro pero no deja de ser una leyenda sin fundamento histórico.

Se sube al torrejón el día tres de mayo, día de santa cruz, a la bendición de campos, cuando queremos ver algo qué ocurre en los alrededores del pueblo, pues desde allí se divisa gran parte del término. Es una pena que la nevera está cegada con escombros, cenizas y basuras que la gente ha depositado, sería conveniente abrirla de nuevo, ponerle una valla, a su alrededor unos bancos y hacer del torrejón lo que nuestro antepasados quisieron que fuera.

Antonio Pastor Ortega.

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